Ella no estaba hecha para esa vida. Ella amaba el silencio, las horas eternas sentada en el columpio que improvisó su padre con una rueda de tractor y una cuerda.
Ella estudiaba intentando descifrar el significado de las líneas en blanco.
Ella sólo era una simple mortal, aunque se sentía algo más especial que el resto.
Esa chica únicamente quería estar en el lugar más recóndito, con un bloc y un pincel.
Ella intentaba dar sentido a su vida con la música.
Ella, que había crecido sola y que lo seguía estando.
Aquella niña que fingía sonrisas,
que se podía enredar en tu piel como una liana pero a la que nunca podías retener.
Era admirada por todo el mundo, pero nadie sabía explicar cuál era su amanecer favorito.
Ella, que susurraba hojas, que vivía entre árboles.
Ella, la que se sentía luciérnaga por brillar con luz propia.
La amé con mi vida, entregándole cada retal de mi esencia.
La joven disfrutaba con mi compañía, aunque yo sabía que jamás sería mía.
Porque su corazón al Reino de la Magia pertenecía.
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