Te leo y te siento en tantas palabras -que no son tuyas- pero tú estás en todas ellas.
(¡Mira! Él escribe como tú, engatusando las ideas, poniéndoles un cuenquito de leche para que no se vayan. Ella escribe audaz, con brío pero con calma, como tú en tus cartas.
Tiene la retórica que tú utilizas pero nadie sabe igualar.
Doma las metáforas con el látigo escondido detrás de la espalda y la mano acariciándoles el vientre.)
¿Es esto algo más que un capricho? ¿Es querer encontrarte en la casualidad, en la magia, en el pasado, como si fueses una reliquia que viene a mis manos con todo el peso de la historia?
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