sábado, 18 de febrero de 2017

La Revolución de la Naturaleza

Las flores están cansadas de ser lastimadas,
su belleza cruelmente arrancada para agasajar
el dulce rostro de una joven dama.
 Las flores quieren dejar de ser una ofrenda,
piden respeto y cariño,
poder marchitar agusto en su tierra.

                        II

Los árboles  reclaman la libertad de elegir su destino:
no fueron concebidos para ser mesas, armarios ni sillas.
Quieren que nunca arranquen sus raíces del centro de la Tierra.
Anhelan poder sentir el temblor telúrico,
introducir sus extremidades en las cristalinas aguas de los acuíferos.

                         III

Los animales mugen, pían, cacarean,
crean un estruendo indecible,
portan su voz como bandera:
'¡No más muertes!'
'¡No más seres inertes!'
'¡La vida, en cualquiera de sus formas, es sagrada!'
'¡No más sacrilegios para alimentar el eructo de una humanidad
hostil e indiferente con el sufrimiento!'

                          IV

En los circos, los leones, osos y elefantes se alzan en toda su inmensidad
e imitan el bipedismo humano en una sátira avergonzante:
'¿Acaso fuimos concebidos para entreteneros?'
'¿Por qué mutilásteis nuestra alma salvaje y bestial?'
Nos convertísteis en el desecho del Reino Animal.

                           V

En el estío, el Bosque y su fauna como ser colectivo:
el Ser sinérgico agita sus ramas, las hojas crujen en un intento de llamar la atención:
'¡Nos estáis incendiando!'
'Nuestra vida se consume en el crepitar de las llamas,
cual bruja sacrificada en una pira ante miradas taimadas.'



Versionando a Frankenstein

Un intento de épica vida.
Victor Frankenstein se sentía un ser poderoso con una fuerza descomunal que llameaba en su interior, indómita, sentía la necesidad de gritar, rugir como una bestia.
Él era un ser divino, calificado como tal por sí mismo.
Había infundido un hálito de vida a un cuerpo condenado a la putrefacción hacía tan solo unas horas.
Frankenstein, así bautizado por su padre creador y dador de vida, dádiva dorada de su saliva, volvía a la vida tal y como se fue de ella: con estertores espasmódicos causados por las plateadas corrientes eléctricas sustraídas a la mismísima naturaleza.

La tormenta le transmitía un tormento sinigual, los rayos despertaban cada una de sus células del largo letargo al que habían sido expuestas.
Frankenstein admiró sus manos que hormigueaban y murmuraban secretos a su mente.
Cuando, ¡oh, crudo sino!
Su mano recobró su antigua vida, recuperó las directrices de su dueño anterior y se dispuso a estrangular al extraño que la intentaba someter a su voluntad.
No era la única que se había rebelado, también la izquierda se había desatado de las órdenes del cerebro de Frankie.

Ambas redoblaron su hormigueo, buscando despertar el resto del cuerpo.
Todos y cada uno de los órganos lo sabían:
¡Ese cerebro no era su gobernante! ¡Maldita sea!
La rebelión acababa de iniciarse.

Las manos siguieron con su danza macabra: llevaban al borde de la inconsciencia a la víctima, aflojando a su presa sólo para dejar que recuperase unos instantes el aire y sintiese sus pulmones ardiendo, quemazón en la garganta e incendio en el pecho.
Así una y otra vez.
Bailaban con la Muerte que acechaba y reclamaba recuperar lo que se le había arrebatado.

El fin de la No Vida estaba tan próximo que se podía respirar de los ojos de Victor, que emanaban efluvios indescriptibles.
El joven doctor no podía creerlo: su primogénito abocado al fracaso.
Observó como en una última sacudida se despidió de la vida, tan breve, tan fugaz, que ni le había dado tiempo a saborearla.
Victor se despidió por segunda vez de su hermano, Stephen, al que la esclerosis lateral amiotrófica le había arrebatado sus sueños de astronauta a los tiernos 17 años.
En el lecho de su muerte le prometió que le daría una nueva forma de cumplir su sueño...
Lágrimas amargas recorrieron su rostro y cayeron por última vez sobre sus labios, inertes e inexpresivos.

<< Sin duda hallaré la forma y la fórmula.
Hasta pronto, querido hermano. >>



La plácida noche que fluye en mi corazón...

<< La plácida noche que fluye en mi corazón
rompe las férreas rejas de tu prisión.
Libre por el mundo tu espíritu voló
mano proscrita que la tuya prendió.

El viento es nuestro confidente
y la noche,
sus puertas abiertas dejará
más allá del fin nos haremos presentes
en ese universo dondes los rebeldes están. >>

Extracto de la peli: Los niños de San Judas. 

martes, 26 de abril de 2016

División.

El agotamiento del día a día.
La rutina que no es rutilante, que está desvaída, que nunca ha escuchado eso de 'reinventarse'.
Dolores de cabeza que hacen su procesión interna.
Sonrisas lata afiladas, con un abrefácil inviable.
Un circuito neuronal de tormentos hipocampales, recuerdos de desastres, reproches interminables.
Sabores grisáceos. Vida en blanco y negro que no se disfruta, que quiere saltar de la pantalla.
La ficción del día a día.
La amabilidad fingida, el interés oculto.
El cielo espolvoreado de nubes y yo aquí... en la línea divisoria entre el existir y el vivir.

lunes, 8 de febrero de 2016

HSS

Mi querido Homo Sapiens Sapiens:
Quiero leerte. Leernos.
Comernos: las palabras, las manos, el cerebro.
Saborear la inteligencia, la imaginación.
Quiero ser zombie y sentir
el sexto e innovador sabor
que esconde tu sabiduría.

¿Un título para qué?

Te leo y te siento en tantas palabras -que no son tuyas- pero tú estás en todas ellas.
(¡Mira! Él escribe como tú, engatusando las ideas, poniéndoles un cuenquito de leche para que no se vayan. Ella escribe audaz, con brío pero con calma, como tú en tus cartas.
Tiene la retórica que tú utilizas pero nadie sabe igualar.
Doma las metáforas con el látigo escondido detrás de la espalda y la mano acariciándoles el vientre.)
¿Es esto algo más que un capricho? ¿Es querer encontrarte en la casualidad, en la magia, en el pasado, como si fueses una reliquia que viene a mis manos con todo el peso de la historia?

Noches techadas

La lluvia que golpea el techo de mi alma, con fuerza, causa estruendo.
Desestabiliza, pugna por echar abajo
la pequeña protección que forjé a tan débil faz de mi ser.
El agua cala el alma esponja.
Psique empapada, en un rincón se halla tiritando.
Que nadie venga a arroparla con fútiles palabras.
Porque al alma no se la consuela con la escarcha de una voz.
Al alma se le brinda otra alma.