sábado, 12 de julio de 2014

Problemas de identidad.

Escribirle a la nocturnidad. Al frío existencial. A las emociones que no nos pertenecen.
A las personas que son llave y cerradura.
Y nosotros, interesados aún -valientes temerarios- en encontrar la llave maestra.
A veces, ahogados en una botella de aire enrarecido.
Cargando siempre, siempre, todo el tiempo posible, con nuestros injustificados actos.
Esta noche no me reconoce. No me comprendo entre tanto silencio.
¿Tendré el interior muerto? ¿O será que la extraña que habita en mí, está hibernando?
Tal vez está enterrada por la nieve y no es capaz de levantarse por sí misma.
Puede que, enmudecida, se niegue a vivir.
Igual teme incendiarse. Ella es inflamable.
Y está encerrada en una botella repleta de aire.
Al borde de la combustión.
Pobre. No es ninguna bruja. Ojalá.
Así podría escapar del laberinto de sus entrañas. Visceral.
Llueve. Cristaliza.
¿Hablo de mí o hablo de ella?
Pero... ¿quién es ella?
¿Ella es yo? ¿Yo soy ella?
¿Quién soy yo?
¿Por qué todos creen conocerme?
¿Por qué no se arriesgan a hacerlo realmente?
¿Por qué no entregar un poquito más de mí?
No. No soy naúfrago. Soy barco hundido.
Guardo tantas reliquias en este interior dañado por la tempestad...
Secretos intangibles. Una aureola de pretextos insalvables.
Para no encomendarle mi esencia a nadie.
Demasiada responsabilidad para el capitán del velero de este viaje.

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