
de espirales.
Besos
que se aceleran
creyendo encontrar la mejilla adecuada.
Besos que con faces predestinadas. ¡chocan! Besos
que dejan una fugaz aureola,
un rastro purpúreo tras de sí.

Besos que llegan a la capital,
que se van de fiesta
y luego regresan,
asustados
por la regañina de la dueña.
Besos inmaduros,
dulces, tiernos,
que sueñan encontrar la ventana adecuada
en la que adentrarse para no volver.
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